La historia se funde con el presente de manera curiosa. Los antiguos griegos, tíos abuelos lejanos que ya hablaron de todo, empezaban a tratar de llamar por su nombre cuanto veían y cuanto imaginaban.

La definición de ese mundo inteligible era el que permitía tomar decisiones. Cuando en la polis alguien se apartaba del camino virtuoso había una forma de tratarlo. Lo echaban a palazos, literalmente. Un río revuelto de insultos, piedras, escupitajos y hasta patadas en los genitales empapaba a los elementos amenazantes. A los indeseados de la polis les esperaba la muerte al final del pueblo. Las gentes descargaban sus tensiones con la furia de una alergia que el rascado no calma y la certeza que la roncha debe desaparecer. La sangre derramada volvería piadosa la ciudad, súbitamente.

Atenas celebraba el rito purificador todos los años, llamaban pharmakos o pharmakeus, a las ovejas negras de la acrópolis. Las palabras eran hijas de Pharmakon, algo que significaba veneno, pero también su cura, el placer del alivio y hasta su administración. Parece demasiado para una palabra. “La droga” es una contradicción, una paradoja. El veneno es la cura y la cura es un invasor exógeno que debemos incorporar o expulsar. La purga es el alivio social.

Droga puede querer decir mucho y nada, es parte de una prosa oculta. Cuando menos es una palabra inacabada, requiere una aclaración y un entorno que le dé vida. La droga requiere de una explicación singular en el campo político, otra en lo económico y múltiples análisis también en lo social. Análisis que la escurridiza materia niega.

El pharmakon, la droga de hoy, es una sustancia multiforme que connota. Lo hace por diversos canales, las tradiciones de la bibliografía y la costumbre social. El ejemplo paradigmático son los medios de comunicación que sugieren y usan tales o cuales términos para significar tales o cuales asuntos en ese mundo entre la crónica roja y las telenovelas (o las series). La connotación se hamaca entre la experiencia o no experiencia y los relatos cercanos.

El tiempo pasó desde aquellas selectas acrópolis pero las virtudes ocultas que resisten al análisis e imponen soluciones violentas, sin sentido o sin efecto siguen su curso. La sociedad deposita en las drogas y sus usuarios miedos, ansias de venganza y la sed de purificación del villorrio. Sin embargo, tras más 100 años de purga si tomamos por mojón al Conferencia de Shangai (1909), cada vez hay más ciudadanos, por lo general pobres y sin defensa posible, expulsados de la polis en todo el hemisferio americano por delitos menores, por parias. Mientras algunos de los grandes peces caen, unos pocos y con grandes privilegios en todo el sistema carcelario/judicial/policial latinoamericano, el negocio sigue creciendo y creciendo. Y con él se extiende una red de corrupción pública y privada que financia partidos políticos, salva bancos en apuros, compra gendarmes, aparatos irregulares armados y un largo etcétera de acciones que dinamitan la construcción política de la democracia en América Latina. Y hay otra cosa, tal vez lo peor. Ese río revuelto, ese miedo y las bibliografías tradicionales no se permiten, impiden o dificultan una reflexión social.

Este Fármakon, reúne periodistas y fotoperiodistas con una mirada de largo aliento, preocupados y ocupados en los derechos ciudadanos y sobre todo en la narración de una cadena de fenómenos y sentidos enhebrada en lo social y lo político.
Este blog, como buen phármakon, será un conjunto de textos de pluma, ojo y arteria latinoamericana. Nuestro continente cargado del veneno de las relaciones desiguales de poder, miseria, sufrimiento y corrupción.

El poder de las drogas, como cluster empresarial y monopolio de la violencia, atenta directamente contra la libertad de expresión, no solo del periodismo, también del activismo, de la academia y hasta de los políticos.

Nadamos en el río revuelto ayudados por la corriente del fármaco discursivo, político y social de la reforma de las políticas de drogas. Vadeamos a contracorriente la hegemonía discursiva en repliegue, ante el avance de la evidencia de que otra forma de relacionarnos con lo que se conoce como droga es posible, individual, social y periodísticamente.

Este fármakon es un barquito contradictorio a contracorriente de las interpretaciones y las simplificaciones vulgares. Queremos ponerle rostro a una cadena desarticulada de sentidos y realidades tan diversas como las que ocurren en el hemisferio americano. Allá vamos. Sean bienvenidos al barco. Desamarramos sentidos.